Por hna. Irma Posada
“...porque somos miembros los unos de los otros”. Efesios 4:25
Este versículo nos recuerda que debe
existir una unión entre todos en el mundo, como seres humanos que pertenecemos
a un todo, por lo tanto, debemos amar y cooperar con nuestros semejantes.
La cooperación debe empezar entre
los padres, en la vida familiar ya que comparten la misma responsabilidad de la
educación de los niños, por lo que es su responsabilidad esforzarse por actuar
juntos. Enseñar a sus hijos a ser fieles a Dios, a los principios, fieles a sí
mismos y a todos aquellos con los que se relacionan. Con esta educación los
niños serán un sostén para sus maestros, un ejemplo y estímulo para sus compañeros.
La mayoría de los padres se interesan
poco en cooperar con el maestro en su trabajo. Muchos padres entregados de lleno
al trabajo y a las ocupaciones pierden de vista sus oportunidades para influir
en la vida de los hijos. Con frecuencia, el maestro puede ayudar a estos padres
a llevar su carga y, al tratar juntos los asuntos, tanto el maestro como los
padres se sentirán animados y fortalecidos.
En la educación que reciben los
jóvenes en el hogar, el principio de la cooperación es valiosísimo. Desde los
primeros años debería de hacerse sentir a los niños que son parte importante de
la casa. Debemos enseñarles a compartir el trabajo diario y hacerles sentir que
su ayuda es necesaria y apreciada. Los mayores deberían ser los ayudantes de
sus padres, participar en sus planes, sus responsabilidades y preocupaciones. Los
padres deben dedicar tiempo a la enseñanza de sus hijos, hacerles ver que
aprecian su ayuda, desean su confianza y se gozan en su compañía. Esto fortalecerá los lazos del hogar y se harán más profundos los propios cimientos del
carácter.
Sería de utilidad para todos,
estudiar la lección de la cooperación enseñada en las Escrituras. Entre sus
muchas ilustraciones, podemos ver la edificación del tabernáculo, en la cual se
unió todo el pueblo: “Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo
aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra
del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras.”
Éxodo 35:21
También leemos cómo fue construido el
muro de Jerusalén por los cautivos que volvieron a la ciudad, en medio de la pobreza, las dificultades y el peligro, llevándose a cabo con éxito la gran tarea porque
“tuvo el pueblo corazón para trabajar.”
Nehemías 4:6.
Consideremos la parte que tuvieron los
discípulos en el milagro que hizo Jesús al alimentar a la multitud. El alimento
se multiplicó en las manos de Jesús, pero los discípulos recibieron los panes y
los repartieron entre la gente que esperaba.
Es nuestra labor trabajar como un equipo,
procurar apoyarnos unos a otros en cualquier área de la vida y ser equipo
utilizando nuestros dones en beneficio de todos.
“Cada uno según el don que ha recibido,
adminístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia
de Dios”. 1 Pedro 4:10
Muy bien artículo, que Dios nos ayude a trabajar de la mejor manera sirviendole y Él y a los demás.
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